—¡Joder, Marina! —Se quita el sombrero para revolverse el pelo con gesto nervioso–. ¿Por qué lo haces todo tan difícil?
—La vida no es precisamente un camino de pétalos de rosas, Víctor.
—Nadie ha dicho que lo sea. Pero nada irá mejor si nos quedamos parados por miedo a pisar una espina. ¿Es que no lo ves? Nada irá mejor.
—Ni peor.
—Eres una egoísta —farfulla el chico, hastiado.
—No es cierto.
—Sí lo es. Te ofrezco todo lo que tengo y no recibo ni siquiera una respuesta. Ni siquiera una negativa compasiva. Nada. Te quedas plantada, esperando quién sabe qué, callada.