Tengo una imaginación portuaria», dice la narradora en la primera frase de este libro, porque su infancia estuvo marcada por «un puerto que conoció la gloria y el olvido, una bisagra del mundo, en la encrucijada de todos los caminos». Ésta es la historia de una niña de padre italiano y madre con pasaporte inglés, que creció en la Alejandría cosmopolita de la posguerra. Una niña a la que su padre, durante un día de playa en la bahía de Abukir, adonde iban con un Chevrolet a comer erizos, le contó que allí, el 1 de agosto de 1798, se desarrolló una batalla naval. Aquella historia despertó su imaginación y su pasión por las aventuras marítimas, y la niña descubrió la magia de la literatura leyendo la Ilíada en la escuela y soñó con ser Lawrence de Arabia.
En 1956, cuando era ya era una adolescente, la crisis del canal de Suez en el Egipto de Nasser la arrancó de su paraíso: la familia tuvo que emigrar, el padre se arruinó y a la madre le costó mucho adaptarse a su nueva vida en Milán. Algunas lecturas ayudaron a la joven protagonista a asentarse en un mundo en el que ya por siempre sería una extranjera: Stendhal, Conrad, Proust…, y también las aventuras de Corto Maltés, el marinero errante, y los poemas de Cavafis, habitante de Alejandría. Ya en París –donde vive el amor y el éxito profesional–, descubrirá la historia de La Triunfante, una corbeta francesa del siglo XIX que surcó el océano Pacífico para tomar posesión de las islas Marquesas, otro paraíso perdido, otro sueño de aventura portuaria.
Teresa Cremisi, gran editora que ha dedicado su vida a los libros de otros, debuta en la escritura con esta bellísima novela de inspiración autobiográfica (que ha denominado su «autorretrato espiritual») que se sirve de la ficción para hablar del alma de una mujer, de la condición de extranjera como realidad burocrática y modo de ser en el mundo, de los aromas de la infancia, del amor que nos zarandea y nos salva, de los libros que nos ayudan a soñar y a comprender el mundo y nuestra propia vida