—Te diré algo —respondió Victor—. Tú recuérdame, y yo te recordaré, y así nunca seremos olvidados.
—Qué lógica de mierda, Vic.
—Es perfecta.
—¿Y qué pasa cuando estemos muertos?
—Pues entonces, no morimos.
—Lo dices como si fuera tan sencillo ganarle a la muerte.
—Parece que tú lo haces muy bien —repuso Victor alegremente. Alzó su vaso—. Por no morir nunca.
Eli alzó el suyo.
—Por que nos recuerden.
Sus vasos chocaron, y Eli añadió:
—Para siempre.