Antes, aquello no pasaba, porque por la noche se interrumpía el Juego. Pero últimamente, cada vez más a menudo, ocurría que algunos objetos le pasaban desapercibidos a la luz eléctrica. Después, de repente, cuando todo se sumergía en la oscuridad, se manifestaban, junto con una ola de sudor frío y pegajoso y los latidos fuertes del corazón. Podían estar mal puestos. Tal vez desde hacía mucho tiempo. A veces se acordaba de golpe de objetos que no había puesto en orden desde hacía días. Si los dejaba tal cual, pasaría algo. Algo terrible y fatal, algo que haría que su vida fuera una pesadilla y quebraría el orden de las cosas. Si los colocaba bien, pero tarde, sucederían las contrariedades habituales. Si los colocaba bien y a tiempo, no pasaría nada. Las Reglas no contemplaban premios; solo castigos. Solo el miedo constante del Gran Error.