CUANDO TU PEQUEÑA FORMA DESCIENDIÓ HASTA MÍ
Me tumbo como una alfombra de leopardo en la cama:
Boca abajo, con las piernas abiertas. Era invierno.
Día de trabajo. Tu padre posaba los pies en el suelo.
Arriba, los niños arrastraban algo hacia delante y hacia atrás
Haciendo chirriar las ruedas. Me quedé vacía, sacudida
Por lo que se genera, como un torbellino, e irrumpe
Todas las noches en esta habitación. Tú has debido ver
Cómo me sentía siempre, buscando
Lo que nos arrasó como un incendio.
Necesitando el peso, deseando el deseo, muriendo
Para descender hasta la carne, la culpa, el breve éxtasis de nuestra existencia.
¿De qué sueño del mundo te liberaste?
¿Qué se elevó –y qué dolió– cuando dirigiste tu voluntad
Hasta el sí de mi cuerpo tan vivo entre las sábanas?