Caraval

Recordó haber pensado que enamorarse de él sería como enamorarse de la oscuridad, pero ahora se imaginaba que él era más bien como una noche estrellada: las constelaciones siempre están ahí, fijas, una magnífica guía contra la sempiterna oscuridad.

No me mires así —le dijo a Julián—. Conmigo no funciona.

—Por eso es tan divertido.

—No tengo miedo de tus secretos.

—Ojalá pudiese decir que no deberías tenerlo.

Solo porque tú tengas estropeada la brújula moral, eso no significa que aquí todo el mundo sea deshonesto.

Recordó todas las razones por las que se enamoró de él en un principio. No era solo que fuese guapo, ni que su manera de sonreír le hiciera sentir nervios en el estómago. Había sido su forma de presionarla para que no se rindiese, y los sacrificios que había hecho.

pero entonces se volvió más difícil apartarte de mí; me dolía cada vez que te mentía.

Lo dijo como una oración. Una súplica.

Un susurro. Un adiós.

Recordó haber pensado que enamorarse de él sería como enamorarse de la oscuridad, pero ahora se imaginaba que él era más bien como una noche estrellada: las constelaciones siempre están ahí, fijas, una magnífica guía contra la sempiterna oscuridad.

Era como si toda su vergüenza, su culpa, los horribles recuerdos secretos que ella trataba de enterrar quedasen expuestos para que él los viese.

A veces resulta más sencillo dejar que sea otro quien te haga daño.