Su obra, por tanto, queda muy lejos de la línea técnica de Borromini, puesto que no concibe el arte más que como un mero instrumento al servicio de sus mecenas, estando sus creaciones, de ese modo, a expensas de las directrices de quienes le sostienen económicamente: la Iglesia y el papado. Es, por ello, un artista barroco que llega al espíritu a través de la forma, sirviéndose de lo teatral y lo pasional sensible, pero deja de lado las innovaciones técnicas y estéticas que otros desarrollaron todo lo posible a la búsqueda de nuevas clientelas