Más allá del principio del placer (1920) puso en claro que el hombre que había luchado por imponer la teoría de la libido; el que había convencido de la primacía del sexo; el que había conseguido miles de creyentes fervorosos en las demandas naturales del placer, ahora ponía en cuestión sus propias ideas. «Yo mismo soy un hereje que no se ha convertido en fanático», “Soy un abogado del diablo que no por eso ha entregado su alma al diablo”, escribía entonces. Con la nueva dualidad pulsional, vida/muerte, Freud destruía la característica definitoria de la comunidad freudiana: la preeminencia de la psicosexualidad y la libido.
El yo y el ello rompió, en 1923, otra certeza del freudismo. El nuevo modelo —basado en las funciones de tres estructuras mentales, el yo, el superyó y el ello— competía con un modelo topográfico construido en torno al inconsciente/consciente y a las vicisitudes del principio de placer en el que los freudianos se reconocían. Sobre todo, inició la deconstrucción del Inconsciente que caracteriza al psicoanálisis contemporáneo.