Libro centroamericano de los muertos

y se quede dormida bajo la incandescencia de nuestro sol de maíz,
recién nacido de la muerte, como yo

bienvenidos al cementerio más grande de Centroamérica,
fosa común donde se pudre el cadáver del mundo

todos los días veo cruzar por estas aguas a los barqueros de la muerte,
a los comerciantes del dolor que llevan en sus canoas de tablas
y cámaras de llanta las almas de los migrantes
enfiladas puntualmente hacia el tzompantli llamado México

Sin embargo, cada vez que estoy en una plaza comercial
llena de aparadores y vitrinas me siento ajeno
y sufro las mismas náuseas que Félix:
me dan ganas de vomitar sobre los cristales limpios,
transparentes, donde se exhibe la miseria del mundo

Pero no aprendió, maldijo y gritaba
que este país al que había llegado
era más feo que Santa Ana e incluso más pobre

atravesamos el río y subimos al tren La Bestia
adelante de Tecún, en Ciudad Hidalgo.
Antes de Arriaga me quedé dormido
y todavía sigo cayendo

Ninguno de nosotros vive ya en el pueblo,
todos migramos, buscando librarnos de las garras
del dios de la miseria y su violencia

sorteando miles de kilómetros de odio,

rieles, escaleras de acero cosidas al dorso de México,
columna vertebral de un país completamente desmembrado […]

”.
México soltó sobre mí todos