Hubo mujeres, pues, a pesar de las justas quejas de María de Zayas, a las cuales las circunstancias permitieron entrar en el mundo de la literatura, en general o bien debido a su estado de religiosas, o bien por tratarse de damas de alto estamento, hijas de un padre intelectual que supo apreciar sus dotes y fomentárselas, como fue el caso de Luisa Sigea o el de la filosofía Juliana Morell, llamada «Virgo hispana», que a la temprana edad de cuatro años tenía tres maestros (de latín, gramática y lectura), a los ocho componía en griego, a los once sentaba conclusiones públicas de filosofía en presencia de obispos, cardenales y políticos, y a los diecisiete hablaba catorce lenguas y tenía extensos conocimientos de filosofía, teología y jurisprudencia y música.