La nueva Gran Bretaña es una meritocracia», declaró Tony Blair cuando llegó al poder en 1997. Si el nuevo laborismo tuviera una religión oficial, seguramente sería la meritocracia. Pero hay una oscura ironía en cómo se empezó a alabar este concepto. La «meritocracia» no se concibió originalmente para describir una sociedad deseable. Lejos de eso, debía alarmar ante aquello en lo que podía convertirse Gran Bretaña.