René Char quería que su vieja pesadumbre quedara bien al fondo. Una pena viscosa y oscura hasta abajo del pantano, ahogada, que apenas pudiera vislumbrarse en esporádicas burbujas de recuerdos desafortunados.
Lo que hay que hacer con la pesadumbre es exponerla, sacarla cada vez más, hasta que el sol atraviese el filamento que la esconde bajo el cuerpo y la evapore.
De cualquier modo, Char nunca hubiera podido mandar hasta el fondo la pesadumbre. Lo que yace en nuestra profundidad es pura luz, y eventualmente habrá de devorarnos.