Creatividad para comenzar a escribir

Neuro-Lingüística viene determinada en cuanto a que estos patrones aprendidos desde la infancia y todas esas creencias sobre las que cimentamos nuestra existencia, las expresamos a través de nuestro cuerpo, gestos, la forma de hablar, de pensar y de expresarnos.

En realidad se trata de ensayar lo que pasaría si ya nos encontráramos en nuestra meta. Una vez nos imaginamos con nuestro objetivo ya logrado, nos ayudamos de nuestros sistemas representativos para hacerlo aún más real:
«¿Qué ves cuando estás ahí?
¿Hay sonidos a tu alrededor?
¿Hay algún olor?
¿Qué sientes?
¿Hay movimiento?..

La curiosidad tiene varias definiciones en nuestro diccionario:
“Interés por conocer alguna cosa, o averiguar algo”, “circunstancia, hecho u objeto que resulta llamativo, raro o digno de interés”…
El hecho es que la curiosidad nos pone en un plano perfecto para inventar cosas, para imaginar o para conocer. Es nuestro motor para movernos a preguntar, explorar, descubrir, aprender, expandirnos… Y por supuesto, también para escribir.
La curiosidad es la primera pata de nuestro trípode creativo. Es posible que nuestra vida nos haya llevado por otros derroteros, y no seamos tan curiosos con las pequeñas cosas como en nuestra más tierna infancia. Aún así, no nos será difícil encontrar algo en nuestra vida que nos provoque esta emoción.

ecuerda: la curiosidad, la imaginación y la intuición —nuestro taburete de tres patas

Así que, volviendo a nuestro tema principal, si la dejamos actuar, la intuición nos proporcionará un importante apoyo extra en nuestro proyecto literario.

Dejarnos llevar por nuestras habilidades sensoriales, que son muchas y más precisas que nuestra mente racional. No poner resistencia queriendo analizar cada paso de nuestra actividad.

La imaginación ayuda a avanzar, crear, mejorar, transformar o desarrollar.

Las personas muy imaginativas sólo se diferencian en que han dejado abiertas sus percepciones para dejar fluir más a su imaginación, sin reservas y sin límites. Muchos de nosotros nos conformamos con el día a día y con frecuencia la olvidamos en un rincón. Una pizca de imaginación puede dar una vuelta de 180 grados a cualquier situación: puede facilitarnos nuestro trabajo, y también dotar a nuestra vida de una chispa de alegría.

Cuándo, dónde y sobre quienes quiero escribir, o no?”
“¿En qué situación?”
Sexta: Esta última es probable que nos cueste algo más de responder, pues tenemos que ser muy sinceros con esta cuestión. Pone a prueba nuestro compromiso con el objetivo. Es el aspecto que trata sobre la parte ecológica de nuestra acción: Lo que nos costará, el tiempo que durará y el verdadero sentido que tiene para nosotros.
“¿Vale la pena lo que supondrá para mí?”
“¿Estoy dispuesto a permitir el tiempo que dura el proceso?”

Primero: lo exponemos de forma positiva:
“Escribo una novela sobre las relaciones familiares”
Segundo: Analizamos la forma en que podamos demostrar o hacer evidente que trabajamos en ello, atendiendo a los aspectos perceptivos:
“¿ Qué veré, escucharé, comentaré, sentiré y haré hasta conseguirlo?” “¿Cuándo sabré que lo he logrado?”
Tercero: Una vez que nos colocamos en un futuro a corto plazo, reconocemos los subproductos positivos —aquello que tiene de bueno— de esta idea:
“¿Qué hay de bueno en escribir un libro sobre este tema?”
“¿Qué puedo conseguir con ello?”
Cuarto: El siguiente paso a analizar es: «¿Cómo comienzo y lo mantengo?». Para ello puedo pensar en cosas simples:
“…Cada día tomaré notas de ejemplos de situaciones sobre padres e hijos”.
“…Siempre que pueda, anotaré aquello que observe o me llame la atención sobre el tema”
“…Me sentaré unos minutos cada día a pasar mis notas, ideas, experiencias o vivencias por escrito”
Quinto: Ahora, hay que conceptualizarlo. Es decir, algo así como organizarlo y exponerlo como concepto