Era un día normal para Doña Flora: se había levantado a las seis de la mañana y se había bañado mientras chiflaba una canción de Lucha Villa. Hasta que … fue en la misa, justo cuando al padre levantaba el cáliz, que Doña Flora cayó de bruces: un frío sudor le sacudió la médula espinal cuando vio a dos ángeles tomar de los hombros al padre Poncho. Y después, todo negro. Tan negro como la idea que, desde entonces, se gestaría en Flora para dar a luz a una desgracia inesperada. Con Poquita fe, David Izazaga nos ofrece una visión de los más jocosos e inverosímiles hechos sobre los que solo la fe puede dar constancia.