Siempre aparecen. No ha habido un solo momento en mi vida en que, tras haberme desmoronado, habiendo pedido ayuda, luciérnagas casi mágicas no hayan venido a mi encuentro. Dándome lo que hiciese falta para seguir adelante. A veces ha sido una charla. Otras, un abrazo. Algunas tardes, consejos. O un buen libro. O una tarde de cine. De alguna forma, ellas saben lo que necesitas incluso antes de que tú lo sepas.
Y te lo ofrecen sin pedir nada a cambio.