Hurgué con cautela en las cajas de Stasiland: libretas, casetes y cintas de audio digital, fotografías, diapositivas y negativos. Mientras fuera material para Stasiland, no había problema. Pero, en el proceso, también encontré fotografías más personales, postales y cartas de gente que ya no está en mi vida. Volver de este modo a tu propio pasado supone darte de bruces con pruebas fotográficas de los caminos que no escogiste, de los amigos que no conservaste, de un tiempo trágicamente desperdiciado. Seguramente, sea desenredar la delicada narrativa de ti misma, cosida con el tiempo, historia a historia. ¿Iba a caer ahora en el abismo entre esa joven y yo misma, con casi cincuenta años?