Winesburg, Ohio

La idea es muy simple, tan simple que si no es usted cuidadoso la olvidará. Es esta: que todos en este mundo somos Cristo, y que todos seremos crucificados. Esto es lo que quiero decir. No lo olvide. Ocurra lo que ocurra, no vaya a olvidársele

Quiero llenarle de odio y de desprecio, para que sea usted un ser superior —declaró—. Fíjese en mi hermano. Vaya tipo, ¿eh? Despreciaba a todo el mundo, ya lo ve. No tiene usted ni idea de con qué desprecio nos miraba, a mi madre y a mí. ¿Y no era acaso superior a nosotros? Usted sabe que sí lo era. Usted no lo ha visto nunca, y sin embargo le he hecho percibir que así era. Le he dado la sensación de ello. Murió. Una vez, estando borracho, se tendió en los rieles, y el vagón en el que vivía con los demás pintores le pasó por encima

Con los viajantes, cuando se paseaba con ellos, y luego con Tom Willard, todo era muy distinto. Siempre parecían entenderla y simpatizar con ella. En las calles retiradas del pueblo, en la oscuridad bajo los árboles, ellos le tomaban la mano, y ella pensaba que algo inesperado de sí misma salía a la luz y se convertía en parte de algo inexpresado en ellos

La historia de las manos de Wing Biddlebaum merece un libro por sí sola. Expuesta con simpatía, revelaría muchas cualidades singulares y hermosas en hombres oscuros. Es trabajo para un poeta. En Winesburg esas manos habían llamado la atención simplemente por su actividad

Que en el principio, cuando el mundo era joven, había muchas ideas pero nada que fuera una verdad. El hombre se hacía sus verdades y cada verdad era un compuesto de muchas ideas vagas. En todas las partes del mundo hubo verdades y todas ellas eran hermosas

A la memoria de mi madre,
EMMA SMITH ANDERSON,
cuyas agudas observaciones sobre la vida en torno suyo despertaron por primera vez en mí el ansia de ver debajo de la superficie de las cosas, está dedicado este libro.