Poco antes de morir, la madre de Samuel le pidió emprender dos viajes: el primero para encontrar a su abuela y a su padre y el segundo para encender una vela al pie de tres santos. En la búsqueda de cumplir con los últimos designios de Mariinha, Samuel llega a Candeia —un pueblo fantasma— y encuentra refugio en lo que más tarde se da cuenta es la cabeza gigantesca de la estatua inacabada de un santo, también ahí descubre que es capaz de escuchar los rezos que las mujeres solteras de los alrededores dedican a san Antonio.