Nunca volvería a agarrarlo de la mano. Nunca volvería a darse la vuelta en la cama para apoyar la cabeza sobre su pecho. Nunca volvería a verlo bajar a desayunar con aquellos odiosos pantalones cortos de felpilla que ella odiaba. Nunca volvería a pasar el sábado en el sofá con él, leyendo mientras Paul veía un partido de fútbol, ni volvería a ir a una cena de empresa, ni a una cata de vinos, ni a un torneo de golf y, si lo hacía, ¿qué sentido tendría si Paul no estaba allí para reírse con ella?