A la hora de la verdad, si te dejas arrastrar por todas estas convenciones, corres el riesgo de que la carta quede artificiosa, grandilocuente y torpe. En realidad, el arte de escribir no se diferencia tanto del trato cara a cara: la clave está en respetar al interlocutor, comportarse con amabilidad y guardar las formas para evitar malentendidos. Como en casi cualquier ámbito, no hay fórmulas mágicas ni verdades absolutas.