Este diálogo entre el Hagakure y El arte de la guerra nos invita a reflexionar sobre la forma en que Japón y China han condensado su saber sobre la figura del guerrero y las diversas formas en que uno debe conducirse por la vida para alcanzar sus objetivos. Veremos que estos textos poseen muchos puntos en común, pero me gustaría remarcar primero que para estos pueblos el guerrero es, ante todo, un héroe. En su origen griego, la palabra «héroe» deriva de “Eros” (dios del amor, hijo de Venus). Héroe es entonces el amante-guerrero: su acción tiene como motor al amor y ese sentimiento es pasión y dedicación por lo que hace en cada instante. Esta es una de las claves para entender ambos textos; la pasión impulsa a estos verdaderos artistas, sólo eso les permite ser capaces de sacrificar su vida por la causa que creen justa. En este sentido, todos somos guerreros o deberíamos serlo. Para el oriental este ser y hacer constituyen un arte. Ahora bien, existen guerreros porque hay competencia. Cuando dos guerreros compiten por lo mismo se vuelven rivales. Etimológicamente “rival” significa “el que quiere lo mismo”. Cuando queremos lo mismo y sólo uno puede tenerlo, surge entonces el conflicto. Este conflicto puede ser considerado como un movimiento activo hacia la solución.