Las tempestálidas

No hay nada casual a día de hoy en esta avalancha de personas que han perdido la memoria… Están aquí para decirnos algo. Y, créeme, algún día, más pronto que tarde, muchos empezarán por sí solos a descender al pasado, a «perder» la memoria por propia voluntad. Se avecinan tiempos en los que cada vez más personas desearán cobijarse en la cueva del pasado, volver atrás. Y no por buenas razones, precisamente. Debemos tener preparados los refugios antiaéreos del pasado. Llámalos «cronorrefugios», si lo prefieres, o «refugios históricos»

Uno piensa que escribe en soledad, pero todo el tiempo mantiene conversaciones en su cabeza con otras personas y otros libros. Les doy las gracias también a todos ellos. Sin duda, encontrarán en la novela los ecos de aquellas conversaciones en la distancia.

El monstruo inocente del pasado».

33,

Hay días en los que todo parece normal. Incluso puedo escribir. Me reencuentro con estancias y ciudades que visité, mi mente está tan clara como un cubo de agua de lluvia. Luego todo vuelve a empantanarse… Aparecen personas sin rostro, arman alboroto en mi habitación, hablan, desean, con una insistencia amenazante, hacerme feliz, luego no recuerdo nada, miro a un punto y no tengo fuerzas para apartar la mirada…

No almacenéis tesoros en el presente, donde los devoran la polilla y el óxido, donde excavan y los roban los saqueadores. Antes acumulad vuestros tesoros en el pasado, donde no los devoran la polilla ni el óxido y donde no excavan ni los roban los saqueadores; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

Crónica de Núremberg de Hartmann Schedel

27,

Un amigo me contó que su madre y su suegra

No encuentro en la mitología clásica a ningún gran dios de la memoria o, al menos, a un dios del olvido, como los que sí hay para el amor, el fuego, la venganza… Ni siquiera encuentro semidioses o ninfas. Los mitos griegos, que por lo demás abundan en deidades mayores y menores, héroes, centauros y todo lo que uno pueda imaginarse, se olvidaron de los dioses de la memoria y del olvido. Cierto, está Mnemosina, más en calidad de madre de las musas, está también Lete, pero ellas siempre permanecen como en sombra, medio olvidadas. Probablemente, cuando aparecieron los mitos, el mundo era demasiado joven para albergar recuerdos, demasiado joven para empezar a olvidar… Además, la mayor parte de la gente moría pronto, antes de que la vejez vaciara su mente.

Una tarde, años después, tras el enésimo atentado en algún lugar de Europa, pasé muchas horas en la ­Mauritshuis de La Haya. Como en un refugio de otro tiempo. Estaba lleno de gente que había huido de las noticias. Una joven con jersey y vaqueros estaba delante de La joven de la ­perla. Yo me encontraba a un paso de ellas, inmóvil. Sus rostros: idénticos. Así que el tiempo es solo una prenda, un pendiente… El vigilante de sala se daba un aire a Vermeer.

Dios no ha muerto. Dios ha olvidado. Dios sufre demencia.