Un anciano barre la acera gris, una mujer pega carteles rojos por la calle, una niña maltrecha corre en busca de carbón y un chiquillo huye de su casa para jugar con un perro… Parece una mañana de primavera cualquiera en la ciudad china de Río Turbio, pero muy pronto todos sabrán que con el buen tiempo ha llegado también el día de la ejecución pública de la joven Gu Shan, culpable de haber expresado sus dudas acerca de la revolución maoista. El reloj apremia, la hora de la muerte se acerca, y cada vecino vive a su manera este momento atroz: los padres de Gu Shan se mueven entre la vergüenza y la rebeldía; Bashi, el loco del barrio, quizá vea hoy por primera vez el cuerpo desnudo de una mujer; Tong y Nini, niños aun, intuyen que se acabó el tiempo de los juegos, y en las altas esferas del partido alguien conspira. Es un día de marzo de 1979, un día cualquiera, pero toda la sabiduría y la crueldad de las que es capaz el ser humano se apiñan en ese instante de tensión absoluta. La fuerza de Yiyun Li, su escritura limpia, ese mundo tan suyo donde el bien y el mal no tienen límites, nos llevan hasta Las puertas del paraíso para recordarnos que ahí al lado, muy cerca, se abren las puertas del infierno.