Así es como opera esto. La empresa en la que trabajas está despidiendo personal. Un día, tu jefe te llama a su oficina. Por más amable que parezca, un despido es un despido. Cuando menos te das cuenta, estás recogiendo tus cosas del escritorio. Voces de duda y de miedo empiezan a oírse más y más fuerte. ¿Cómo pagaré las cuentas? ¿Quién me irá a dar trabajo? El miedo domina tus pensamientos. Pero entonces, recuerdas tu destino. ¿Qué tengo que no puedo perder?
Un momento. Yo sigo siendo hijo de Dios. Mi vida vale más que estavida. Los días son como la neblina, una brisa pasajera. Esto tendrá que pasar. Dios hará que de esto resulte algo bueno. Me esforzaré, mantendré la fe y seguiré confiando en él pase lo que pase.
Bingo. Confiaste en tu destino