La forma ideal de vivir el jazz es siempre de primera mano, desde la raíz, estando del todo presente en el momento de su inspiración y ejecución. Es probable que esto sea así para todo tipo de música, pero para el jazz, que deposita tanta fe en la espontaneidad, lo es en particular, con la creencia de que el objetivo de cada actuación debería ser una epifanía única e irremplazable tanto para el artista como para el público.