La Gestapo tenía su propia sección de humor (que se me perdone este odioso non sequitur), cuya misión consistía en descubrir a los autores de los chistes políticos. En realidad, los chistes son dinamita política, cuya producción y posesión estaba rigurosamente prohibida (como ocurre todavía hoy en amplias zonas del mundo). Lógicamente se buscaba, pues, su fábrica subterránea