que hacer, pero no hice nada. Sara se levanta todas las mañanas y dice triunfante: “¡Qué bueno, otro día, qué alegría!”. Yo, en cambio, pienso: “Qué horror, qué horror, otro día”.
¿Y qué te hubiese gustado ser?
Nunca lo supe. No lo sé, Ema. Y basta. ¿Querés parar a tomar algo?
No paramos. Mamá puso la radio