La memoria y la historia, el pasado y los recuerdos, inundan nuestra conciencia individual y colectiva, hasta el punto de hablarse hoy en día de una obsesión memorialista que se impone en paralelo a la inquietud y la desconfianza que suscita el futuro. La conservación y transmisión del patrimonio cultural se ha revelado como una tarea esencial, a veces de índole casi religiosa, para nuestra sociedad, pues el reconocimiento y valoración de este patrimonio debe garantizar, ni más ni menos, que la posibilidad del mantenimiento de nuestra identidad histórica como comunidad humana.
En este ensayo nos preguntamos si el auge de los discursos de la memoria y la expansión abarcadora del patrimonio se deben a la consolidación en nuestra época de una nueva conciencia de historicidad asociada a un nuevo orden y sentido del tiempo o todo ello es más bien producto de la nostalgia provocada por la caída de la confianza en las promesas de un futuro que ha dejado de ser ese horizonte brillante para convertirse en amenaza sombría. Pero, en la prolongación de esta duda, también nos asalta el presentimiento de que la celebridad de la memoria incluso quizá pudiera responder a algo más frívolo, a un fenómeno derivado de nuestra sociedad de consumo que todo lo engulle y que llega a atrapar al pasado para capturarlo y convertirlo en un producto más de entretenimiento y márketing en el que originales, copias y réplicas, ruinas auténticas y falsas reconstrucciones, conviven en gozosa indolencia. En Las ruinas de la memoria se trata de afrontar estos interrogantes a través de un recorrido que aborda críticamente las discusiones que en la actualidad suscita la memoria con el intento de trazar una (im)posible teoría del patrimonio cultural.