El mercado creó su propia realidad, y en ella solo había consumidores y actores económicos; todo, incluidas las escuelas y las universidades, los hospitales, las prisiones, los autobuses y los registros civiles, podía y debía funcionar orientándose hacia los beneficios, y la competencia era el principio más alto de todas las actividades humanas. En una fase del desarrollo industrial en la que desaparecieron de Europa las fábricas y las minas y, con ellas, la conexión entre industria pesada, sindicatos y una política económica negociada en común, el mercado parecía ofrecer de veras la solución de muchos problemas.