––Yo hubiera creído ––dijo Fanny, cerrando una pausa durante la cual se esforzó en concentrarse––, que toda mujer tenía que admitir la posibilidad de que un hombre no fuese aceptado, no fuese amado por otra mujer, por una al menos, por agradable que él sea para la generalidad. Aunque reúna todas las perfecciones del mundo, creo que no debería dejarse sentado como indudable que un hombre tiene que ser aceptado por todas las mujeres que a él se le ocurra querer.