El final del amor

En mi vida he aprendido que no terminamos de conocer a alguien hasta que conocemos a su familia

Los ratos que pasaba en casa, mi padre ejercía de padre y casi de marido como si nunca se hubiera ido, como si al caer la tarde no fuera a marcharse a otra casa y a meterse en una cama que no conocíamos y a seguir haciendo bromas, bromas distintas, supongo, que ya no escuchábamos.

Hay una escena que regresa con frecuencia a mi memoria, aunque resulta arbitrario resaltarla.

Éramos como dos náufragos que rehúyen mirarse para no tener que reconocer en los ojos del otro su propia condición.

en el naufragio de nuestras anheladas vacaciones; en la lluvia.

nuestro constante desencuentro,

han acabado apergaminándose en el descabellado intento de retener lo que ya saben perdido

Nos rodeaban palmeras. Atardecía

Es preferible que la gente que en un momento se aparta de nosotros vuelva por sí misma o no vuelva

Nos creemos libres, pero es una falacia. ¿Por qué nadie nos dice que no somos los mismos siempre, que tardamos en ser quienes somos?