Entro en una zapatería porque he visto en el escaparate unos zapatos que me gustan. Se los señalo a la dependienta, le digo mi número, el 46. Ella vuelve y me dice: lo siento, pero no tenemos de su número.
Luego añade siempre: tenemos el 41.
Y me mira, en silencio, porque quiere una respuesta.
Y a mí, al menos una vez, me gustaría decirle: vale, de acuerdo, deme el 41.