Ah, no dudo que antaño, cuando tales cosas existían, muchos hombres que acometieron la misma tarea que yo sintieran que les fallaba el corazón y los nervios. Por eso el hombre se demora y se demora, hasta que la mera belleza y la fascinación de la lasciva No-Muerta lo hipnotiza; y se queda allí, una hora y otra hora, hasta que llega el crepúsculo, y se acaba el sueño de la mujer-vampiro. Entonces se abren los maravillosos ojos de la bella mujer, y miran con amor, y presenta la boca voluptuosa para un beso..., y el hombre es débil. Y allí queda una víctima más en el redil del vampiro; ¡una víctima más para aumentar las lóbregas y horripilantes filas de los No-Muertos!...