Este libro no es una guía más llena de preceptos sobre cómo establecer la trama, desarrollar los personajes, crear empatía. Aquí no se dan reglas, ni se prometen atajos para escribir bien. Vanni Santoni es muy honesto con el lector, o más bien con el aspirante a escritor al que va dirigido este agudo y cariñoso panfleto: no se enseña a escribir. Y «la razón es una, simple y perentoria: la infinita inmensidad de las posibilidades de un texto narrativo implica que infinitas cosas se pueden escribir de infinitas formas». No hay reglas absolutas. La gran literatura no es una secuencia de movimientos que se suceden de forma predeterminada para obtener un efecto, no es un algoritmo frío, sino un campo de posibilidades, tensiones e incluso contradicciones.