Lolita es uno de esos libros difíciles. Lidiar contra personajes abominables, sin sentir no ya una identificación particular con alguno que nos haga asirnos a una balsa errante en esta vorágine, sino carecer por completo de empatía por ninguno, es ciertamente agotador.
La novela no parece funcionar bajo ningún esquema. Pretende ser una especie de novela de viajes, mezclado con erotismo prohibido, manías e introspecciones. Pero lo cierto es que, como novela erótica, es desagradable; como novela de viajes, densa a morir, y como relato introspectivo, una serie de patrañas de un maníaco al que a nadie le interesa conocer, por mera salud mental.
La obra no me espanta. Es que es simplemente dispensable. Y encontrar la enrevesada crítica social después de leer cómo un hombre viola a su hijastra una y otra vez, destruyendo la vida de una niña por sus egoístas manías, es un ejercicio de demanda exagerada.
Por disciplina lo he terminado de leer. Lejos de encontrar la grandeza que algunos autores pretenden atribuirle, llevándolo a la categoría de clásico instantáneo, sólo me quedo con una serie de desagradables escenas incestuosas -embutidas en un poco agradable lenguaje decimonónico- que no olvidaré jamás.
Tuve la oportunidad de leer esta novela en formato físico, que me supuso una ruptura abismal en cuanto a mi concepción de la escritura y mi experiencia como lector. Pero esta edición la encuentro mal traducida. No es la magnífica traducción de Enrique Pezzoni, que es mucho más lírica y pausada que la prosa desenfrenada y algo tosca de esta edición, por momentos más similar a la de Céline por el ritmo que sugiere al lector.
It isn’t a book for everyone but it is one you will find yourself wanting to know more of if you can get through the first part.