necesario reconocer que no es la primera vez que me siento así. Las personas perdidas y caóticas también sienten el júbilo; es cierto, esta mujer que soy ahora ha tenido 18, 20 y 22 años, y algún día, sin motivo preciso, ha salido a la calle con el rostro brillante y el cuerpo ansioso. Es un consuelo pensar que ha sido así. ¡Qué gratitud de poder reconocer, aun en este momento, una parte mía que olvido constantemente! Nunca antes imaginé que ese movimiento incansable de manos y de pies, pudiera traerme en lo futuro una seguridad tan piadosa. Pienso que no todos mis instantes se desperdiciaron; hay algo intenso, concreto, presente, en saber que no es esta la primera ocasión en que tengo ganas de vivir.