El libro estudia la evolución de las prácticas desplegadas por los indios frente al poder político y su legitimación; la evolución de su sociabilidad política, en suma. Desde que se instauró la forma de gobierno republicana con la Constitución de Cádiz hasta la caida del primer federalismo, los indios optaron por orientar esa praxis y sus antecedentes mentales a la luz de una síntesis sui generis entre lo nuevo y lo viejo. Así, por ejemplo, si bien adoptaron instituciones republicanas como la de participar en los asuntos de gobierno al lado de los miembros del antiguo estamento español y de los mestizos, no dejaron de lado aquellas que habían sido particulares a su estamento y grupo étnico, como la de la representación territorial. La fuerza de la tradición explica la opción indígena por instituciones e ideas de Antiguo régimen. Pero también explica, y esta es la principal proposición del libro, la receptividad demostrada ante las nuevas leyes. En el último cuarto del siglo XVIII los monarcas ilustrados se encargaron de plantar las semillas de la República entre los indios, y la labor encontró un terreno bien abonado en las vinculaciones que, a pesar del profundo clivaje étnico-estamental, aquéllos mantenían con el resto de la población. El comercio, la religión y la lucha contrainsurgente estuvieron en la base de esa integración.