En la era de las telecomunicaciones, algunos vivimos más desconectados que nunca de nosotros mismos y de nuestro entorno, especialmente de la naturaleza, que tantos y tantos regalos nos ofrece con su sostén y su belleza, con la expresión de sus ciclos cambiantes y sus ritmos, tan suyos como nuestros.
La sensibilidad es un don elevado que brota directamente del corazón, la morada del alma. Con este don, nuestro ser logra atravesar las barreras impuestas hasta alcanzar al otro, construyendo puentes, uniendo, integrando y abrazando, haciéndonos conscientes de nuestro mundo interno y la tierra que habitamos.
80 aceites esenciales y cristales se presentan aquí como símbolos o tótems que la autora utiliza para ayudarnos a hacer un boceto en nuestra mente de conceptos tan antiguos, y a la vez tan atemporales, como el Yin y el Yang o la teoría de los Cinco Elementos. Su forma de narrar es una invitación directa a la aceptación y la compasión, a la búsqueda y encuentro de nuestra libertad a través de la sensibilidad, y al abrazo con eso que realmente somos.