Henry David Thoreau (1817–1862). Ensayista, topógrafo, disidente nato y maestro de la prosa, su auténtico empleo fue, según él se ocupó de recordar, «inspector de ventiscas y diluvios». Su nombre a llegado a nuestros días ligado a dos libros capitales para el pensamiento individualista y antiautoritario: «Ensayo sobre la Desobediencia Civil» (1849) y «Walden» (1854). «Caminar» («Walking») fue, sin embargo, en vida de Thoreau, su obra más popular. Concebida como conferencia y leída en numerosas ocasiones, sólo se llegó a publicar póstumamente. Es, sobre todo, una exposición de la filosofía del deambular, pero también la defensa de un «pensamiento salvaje» que arroje sobre nuestra conciencia una luz más parecida a la de un relámpago que a la de una vela. Su ironía y el rumbo vagabundo que por momentos toman sus reflexiones, hacen de la lectura de este libro algo tan tonificante como un paseo de buena mañana. Y no hace falta que Thoreau nos recuerde que «el aburrimiento no es sino otro nombre de la domesticación».