Estas minicrisis no ocurrieron una o dos veces al inicio de la legislatura. Se convirtieron en la norma, un hecho relativamente habitual cuyas réplicas se notaban durante días. Algunos asistentes sufrieron tal desgaste con la montaña rusa de caprichos presidenciales que empezaron a animarle a organizar más actos electorales, aunque no fuera temporada de campaña. Esos actos tenían el doble beneficio de darle a Trump algo «divertido» que hacer y además sacarlo de la ciudad, donde hipotéticamente sería menos perjudicial. Se le programaron más actos públicos, lo que permitía que los nervios crispados de Washington tuvieran ocasión de recuperarse