Planetario

Mercurio, deidad de los encuentros azarosos, había llegado bajo la forma de aquella jovencita.

Eran noches ardientes y frías al mismo tiempo, como correspondía a la experiencia de Mercurio.

Esa parte no es la que me importa. ¿Sabe cuánta gente ha hecho exactamente lo mismo que usted y tiene muchos más merecimientos? Me interesa lo otro que no me ha dicho: eso que brilla en su interior y lucha por salir.

Alguna humanidad futura prescindirá de la palabra y podrá expresar alguna cosa imposible de decir con estas herramientas tan arcaicas.

Tatiana me dio, sin saberlo, el mágico don de la palabra. Sin ella jamás habría escrito nunca más ninguna cosa.

Su voz me transportó al presente, a un presente ilusorio pero perfecto, donde ella y yo habíamos coincidido después de ser arrastrados por la vorágine del azar. Mercurio, deidad de los encuentros azarosos, había llegado bajo la forma de aquella jovencita.

un día, en algún momento de mi vida, fui expulsado del Sol y de la Luz rumbo a la Sombra

Ella fue el mensajero y el mensaje.

Cada una de ellas, ahora lo sé, me ha dado un aura, un poder, un atributo. Todas ellas fueron estaciones en mi viaje y gracias a ellas puedo reconocer la fórmula de mi destino.

vagaba por las calles, buscando la promesa de una desaparición imposible, de una ausencia que me permitiera olvidarme de mí mismo unos instantes.