Tres días y una vida

Prisa por confesar. Por librarse de aquello de una vez. Por poder dormir, dormir, dormir.

El anuncio cayó sobre Antoine como un mazazo.
Peinarían el bosque, encontrarían a Rémi. Esta vez no había escapatoria posible.

La vistosidad de su creación contrastaba con su cara, siempre seria, concentrada, indiferente al mundo; se decía que era tremendamente inteligente, pero que moriría joven.

La mayoría de los fieles acudían de nuevo a misa cuando la agricultura pasaba por dificultades, cuando los precios del ganado bovino entraban en recesión o las fábricas de la zona preparaban regulaciones de empleo.

donde la opinión ajena pesaba como una losa

La Iglesia ofrecía un servicio, y ellos se comportaban como consumidores.

con los años las relaciones se hubieran vuelto distantes

Antoine se pasaba la mano por el pelo con nerviosismo, desconcertado, descompuesto por la inquietante similitud… En dos días, había golpeado con un palo a dos chicos. Al primero, el que no se lo merecía, lo había matado.

pero no conseguía librarse de una pregunta: ¿y si nunca encontraban a Rémi?

que describía círculos en el cielo nocturno