Como un espectro / Miao Dao

En la poesía, cincelas las palabras más bellas del lenguaje. En la vida real, tartamudeas. Nunca es posible hablar con tanta belleza como quisieras.

Mia vuelve a casa después del entrenamiento de hockey sobre hierba. Mia se quita la camisa que lleva sobre la camiseta. Mia en pantalones cortos.
Él la ha visto, el padrastro. Por el rabillo del ojo.
Por las noches a la hora de la cena. Hay algo diferente. El padrastro bebe más de lo que solía beber, sobre todo cerveza. A menudo, no mira a Mia adrede. Cuando antes se dirigía a Mia, hablaba y reía, como hacía con los chicos. Ahora, no-mira.
Aunque, cuando lo hace, le pregunta por la pulsera de plata. («¿Por qué no la llevas puesta, Mia? No la habrás perdido, ¿verdad?»). Su tono es a la vez autoritario y melancólico. El acosador es siempre el que ha sido herido.

Cada mañana, después de una noche febril. Sofocaba las arcadas que no soportaba pensar que eran náuseas matutinas.

¡Tan banal! Qué vergüenza.

¿Qué era lo que había echado raíces dentro de ella sin que ella se diera cuenta? Lo que crecía, amenazante, y florecía

Lee en la cama, Alyce?

Alyce asintió con la cabeza, sí.

—¿Escribe en la cama? ¿En un cuaderno?

Alyce asintió con la cabeza, sí.

—Lee poesía, garabatea poesía, sueña poesía. Sí, estoy seguro de que hace todo eso

La sorpresa de oír su nombre en ese lugar público como un estallido de música

Qué doloroso debía de ser eso, pensó Alyce. Estar atormentada por tu propio yo infantil. Ser siempre joven por mucho que envejecieras.

Ayúdame, Dios mío. Aunque Tú no me quieras.

Todas las cosas comienzan en la inocencia.

Es decir, en la ignorancia.