Hay en nuestra época una confusión de proporciones ontológicas: realidad y ficción parecen hoy indistinguibles. Esto no solo afecta al público de los medios masivos, sino también a la representación que las humanidades tienen de sí mismas. Para salir de este callejón sin salida, Markus Gabriel desarrolla en Ficciones una filosofía realista de la ficcionalidad, que al mismo tiempo sienta las bases de una teoría de la objetividad de y para las humanidades.
En su centro está la “capacidad de autoimagen” de los seres humanos, que si bien no se construye socialmente, sí se reproduce en muy buena medida de manera social. Las ficciones –dramatis personae paradigmáticos de nuestros mundos imaginarios, como Anna Karenina, Macbeth, Mefistófeles o Jed Martin, el protagonista de la novela El mapa y el territorio de Michel Houellebecq— son procesos efectivos de autorrepresentación de nuestra forma de vida espiritual. Para admitir esto, es preciso reconocer también la centralidad antropológica de la imaginación. De este modo, el Nuevo Realismo de Gabriel trasciende la falsa antítesis entre la realidad y la apariencia para volver a poner en foco nuestro amenazado sentido de la realidad.