El litigio político es un choque entre lógicas. Son las dos lógicas inconmensurables: una es la que cuenta las partes reales de la ciudad y se ocupa de los procesos de agregación y consentimiento de las colectividades, organización y distribución de los poderes, así como sus sistemas de legitimación. A esta primera lógica Rancière la distingue con el nombre de policía («police»). La segunda es la expresión colectiva que deshace las particiones sensibles que configuran una comunidad, al poner en acto una presuposición que es ajena al recuento policial: es la parte de los sin-parte, capaz de poner en acto la igualdad de cualquiera con cualquier otro. A ésta le es reservada la palabra política. Para Rancière, sólo hay política en la irrupción de esta segunda lógica. Por eso, como se verá en gran parte de su obra posterior a estos años, toda verdadera política es para Rancière un asunto de estética, un problema que tiene que ver, fundamentalmente, con la sensibilidad. La política es la capacidad colectiva de desplazar radicalmente los límites de lo que somos capaces de ver, escuchar y percibir.