Fue él

La mirada de un animal, en momentos de extrema necesidad, puede ser mucho más penetrante, casi podría decir, más expresiva que la de los seres humanos, pues nosotros comunicamos la mayor parte de nuestras emociones, de nuestros pensamientos, por medio de la palabra, que hace las veces de intermediaria, mientras que un animal, que no es capaz de hablar, se ve obligado a comprimir en sus pupilas todo lo que quiere transmitir.

La mirada de un animal, en momentos de extrema necesidad, puede ser mucho más penetrante, casi podría decir, más expresiva que la de los seres humanos, pues nosotros comunicamos la mayor parte de nuestras emociones, de nuestros pensamientos, por medio de la palabra, que hace las veces de intermediaria, mientras que un animal, que no es capaz de hablar, se ve obligado a comprimir en sus pupilas todo lo que quiere transmitir.

mujer de Limpley en modo alguno era desdichada o, mejor dicho, ya no lo era. Ya era incapaz de sentir algo de manera clara. Sencillamente, estaba paralizada y agotada por aquella sobreabundancia de vitalidad.

él no se le puede tomar nada a mal. Es un hombre sumamente bueno, y ella puede ser feliz con él.

—Al diablo con la felicidad de él—exclamé yo irritada—. Es una desfachatez ser feliz de una manera tan ostentosa y andar por ahí ventilando con tanto descaro sus sentimientos. Yo me volvería loca con un exceso semejante, con tal exuberancia de cortesía. ¿Es que no ves que él, fanfarroneando de felicidad y con su mortal vitalidad, hace profundamente infeliz a esa mujer?

Jamás, antes de conocer a Limpley, habíamos visto nosotros, gente mayor, que virtudes tan justas como la bondad, la cordialidad, la franqueza y la afectuosidad, por culpa de un estridente exceso, pudieran llevarle a uno a la desesperación.

Jamás, antes de conocer a Limpley, habíamos visto nosotros, gente mayor, que virtudes tan justas como la bondad, la cordialidad, la franqueza y la afectuosidad, por culpa de un estridente exceso, pudieran llevarle a uno a la desesperación.

el corazón empezó a latirme en la garganta.

La luna flotaba allá arriba con silencioso poder, como empujada por un viento invisible

nosotros comunicamos la mayor parte de nuestras emociones, de nuestros pensamientos, por medio de la palabra, que hace las veces de intermediaria, mientras que un animal, que no es capaz de hablar, se ve obligado a comprimir en sus pupilas todo lo que quiere transmitir

Estar sentada en silencio sin hacer nada debe de llevar a la melancolía, y esa melancolía a su vez a una especie de odio