Pensó también en el modo de recoger sus escasas pertenencias y sus libros en Norcombe. El manual del hombre joven, La guía del herrador, El cirujano veterinario, El paraíso perdido, El viaje del peregrino, Robinson Crusoe, el Diccionario de Ash y la Aritmética de Walkingame, constituían su biblioteca, y, aunque limitada, había obtenido de ella más provecho, mediante una lectura atenta, que el que tantos hombres de recursos extraen de una estantería de dos metros repleta de libros.