Existen muchas maneras de llevar a cabo esta lectura —a través de la ficción, las matemáticas, la cartografía, la biología, la geología, la poesía, la teología y un sinfín de otras formas—; sin embargo, la suposición básica es la misma: el universo es un sistema coherente de signos gobernado por leyes específicas; estos signos tienen un significado, incluso si está fuera de nuestro alcance, y, en busca de un atisbo de este significado, intentamos leer el libro del mundo.