Si la literatura rebasa ideologías, fronteras y conciencias nacionales es porque la propia esencia del individuo rebasa toda doctrina, porque la propia condición existencial del hombre empequeñece toda teoría o especulación sobre su existencia. La literatura se preocupa de las vicisitudes universales de la existencia humana y nada para ella es tabú. Las restricciones que la agobian proceden siempre del exterior; la política, la sociedad, la ética o la tradición intentan recortarla a la medida del marco de sus intereses para hacer de ella un elemento decorativo.