«Vosotros los filósofos—decía Catalina II á Diderot, que la empujaba con vehemencia á las reformas—escribís sobre el papel, que sufre perfectamente el roce de la pluma; pero nosotros los Reyes escribimos sobre la piel humana que es mucho más susceptible.» El buen Zar Nicolás II tiene ocasión ahora de comprobar la sentencia de su abuela. En su vasto Imperio existe un poderoso partido reaccionario, que grita como nuestros chisperos del siglo pasado: «¡Vivan las cadenas!» y que ha paralizado su generosa iniciativa. Frente á ese partido se alza feroz, intransigente, otro que pretende hacer tabla rasa de la tradición. Con tanto demonio desatado no es fácil salir del infierno.